La inversión en inteligencia artificial impulsa al S&P 500, pero su impacto real aún genera dudas
El entusiasmo por la IA sostiene a Wall Street y marca un récord en gasto de infraestructura, aunque los efectos sobre el crecimiento económico y el empleo todavía no son evidentes.
El auge de la inteligencia artificial (IA) se ha convertido en el principal motor del mercado financiero estadounidense. El S&P 500 acumula gran parte de sus ganancias recientes gracias al impulso de las grandes tecnológicas, aunque los analistas advierten que el efecto sobre la economía real sigue siendo incierto. Según un informe de Bloomberg Línea, la inversión masiva en centros de datos, energía y hardware todavía no se traduce en un crecimiento estructural de la productividad o del empleo.
Desde el lanzamiento de ChatGPT en 2022, las acciones vinculadas a la IA explican cerca del 75 % del rendimiento del S&P 500. El índice subió un 35 % desde su mínimo de abril de 2025, impulsado por firmas como Nvidia, Microsoft, Amazon y Alphabet. Sin embargo, especialistas como Doug Peta, estratega jefe de inversiones de BCA Research, sostienen que “la narrativa bursátil de la IA ha avanzado más rápido que sus beneficios tangibles”.
Las cifras de inversión son históricas. Amazon y OpenAI firmaron un acuerdo por US$ 38.000 millones para expandir su capacidad de cómputo, mientras que Microsoft adquirió infraestructura por US$ 9.700 millones a la australiana IREN. Según UBS, el gasto global en IA alcanzaría US$ 423.000 millones este año y superaría los US$ 571.000 millones en 2026.
Pese al volumen de capital invertido, la participación de la inversión respecto al PIB de Estados Unidos no supera los niveles de 2018, lo que sugiere un impacto macroeconómico limitado. BCA Research advierte que buena parte del hardware es importado, lo que reduce su efecto sobre el producto interno. “No hay duda de que la inversión en infraestructura de IA es enorme, pero parece estar desplazando otras inversiones. Robar a Pedro para pagarle a Pablo no es el ideal para quien se presenta como catalizador de la economía”, ironizó Peta.
El debate sobre los efectos estructurales también involucra el consumo energético. De acuerdo con Goldman Sachs, la demanda de electricidad de los centros de datos crecerá un 175 % hasta 2030, equivalente a sumar otro país entre los diez mayores consumidores del mundo. El banco estima además que Estados Unidos necesitará 207.000 nuevos trabajadores especializados en transmisión eléctrica e interconexiones para sostener la expansión del sector.
Las perspectivas de productividad son mixtas. S&P Global calcula que la inversión en infraestructura tecnológica elevó el PIB estadounidense en 0,5 puntos porcentuales durante el segundo trimestre de 2025, aunque aclara que los beneficios de la IA podrían tardar en consolidarse. “El crecimiento del PIB depende de la productividad y del empleo; la clave es si estas inversiones se transformarán en ganancias sostenidas”, señala el informe.
En el mercado laboral, la contratación en el sector de la información cayó 3 % respecto de su tendencia prepandemia, y el desempleo juvenil volvió a subir, especialmente entre los empleos de baja calificación más expuestos a la automatización.
Pese a las dudas, los ejecutivos de las grandes tecnológicas mantienen su optimismo. El CEO de Amazon, Andy Jassy, afirmó que la empresa “seguirá invirtiendo agresivamente porque la demanda de cómputo está creciendo tan rápido como se puede monetizar”. Su par de Meta, Mark Zuckerberg, coincidió en que “acelerar la inversión es lo correcto para alcanzar una nueva etapa de capacidad en IA”.
Para los analistas, el entusiasmo bursátil parece consolidado, pero el salto estructural en productividad que definiría una verdadera revolución tecnológica aún no ha llegado. El futuro de esta transformación dependerá de cómo evolucione el equilibrio entre innovación, energía, empleo y acceso al capital.