Las tres etapas decisivas del girasol para un manejo eficaz de malezas
Con más superficie sembrada y buenos márgenes relativos, el girasol consolida su crecimiento en Argentina. Especialistas de Aapresid y el INTA advierten sobre tres momentos críticos del cultivo donde el control de malezas resulta determinante.
El girasol sigue ganando protagonismo en los sistemas agrícolas argentinos y con ello crece la necesidad de un manejo de malezas cada vez más preciso. Según la última encuesta de la Red de Manejo de Plagas (REM) de Aapresid, el cultivo representó 26,3% de la superficie sembrada entre los socios durante la campaña 2024/25, y se proyecta un aumento cercano al 2% para 2025/26.
Este repunte responde a márgenes más competitivos frente a otros cultivos, su capacidad de adaptación a ambientes restrictivos y su ventaja de liberar temprano los lotes, lo que permite incorporar cultivos de servicios o de invierno. Sin embargo, su crecimiento inicial lento y la escasa oferta de herbicidas lo convierten en un cultivo sensible al manejo de malezas.
Desde Aapresid y el INTA Anguil, la especialista Jorgelina Montoya destacó en el podcast Integrando Manejos que existen tres momentos decisivos donde el control de malezas resulta clave para el éxito del cultivo.
Los primeros 30 días: la ventana crítica
El bajo stand de plantas (5 pl/m²) y el lento desarrollo inicial hacen que el girasol tarde alrededor de cinco semanas desde la emergencia en cerrar el canopeo. Hasta ese momento, la competencia con malezas define gran parte del rendimiento.
Entre las malezas otoño-invernales, la rama negra sigue siendo una de las más problemáticas por sus biotipos resistentes, lo que exige controles anticipados con combinación de modos de acción. También destacan las crucíferas resistentes a ALS, glifosato, 2,4-D y flurocloridona, y el avance del raigrás hacia el centro del país.
Entre las estivales, sobresale el yuyo colorado, con emergencias prolongadas y biotipos múltiples resistentes. También se mencionan la morenita y las gramíneas estivales —anuales y perennes— como serios competidores por agua y nutrientes.
El desafío, advierte Montoya, es llegar limpio a la preemergencia, mediante un barbecho planificado y seguro.
Momento 1: Barbecho eficiente y seguro
Cuando no es posible incluir un cultivo de servicio, el barbecho previo adquiere un doble rol: reducir la competencia inicial y acumular agua en el perfil.
En esta etapa, el uso de herbicidas residuales es clave, pero debe realizarse con precaución por la fitotoxicidad del girasol. En años secos, la persistencia de activos como fomesafen, diclosulam o topramezone puede generar daños en los lotes destinados a girasol. Por ello, se recomienda evitar sulfonilureas en barbecho y realizar bioensayos con suelo en macetas para diagnosticar posibles riesgos de carry-over.
Entre las principales alternativas químicas se incluyen los hormonales (2,4-D, dicamba, fluroxipir, halauxifen), los PPO de contacto (piraflufen, carfentrazone) y residuales como flumioxazin, trifludimoxazin, diflufenican o prometrina, siempre ajustando dosis y fechas de aplicación según el ambiente.
“El manejo de malezas en girasol exige un equilibrio delicado: ser eficaces en el control sin comprometer la seguridad del cultivo ni del ambiente”, subraya la especialista.
Momento 2: Preemergencia, el punto crítico del control
Durante la siembra y los primeros 30-35 días, el uso de residuales es fundamental para sostener el lote limpio hasta el cierre del canopeo. Las dosis deben ajustarse a las condiciones de suelo, humedad y materia orgánica, ya que una parte del herbicida queda retenida y otra actúa como fracción bioactiva.
Para las crucíferas, la flurocloridona sigue siendo una buena opción, aunque ya se reportan resistencias, por lo que se recomienda combinarla con diflufenican.
Para el yuyo colorado, se puede aplicar sulfentrazone mezclado con S-metolacloro o acetoclor, con precaución en suelos arenosos por riesgo de fitotoxicidad. En esos casos, se pueden sumar diflufenican o flurocloridona para mejorar el control.
En zonas con presencia de lecherón, sorgo de Alepo o gramíneas anuales, las imidazolinonas en híbridos Clearfield (CL) aportan herramientas valiosas para mantener la eficacia del manejo.
Momento 3: Postemergencia, la etapa de rescate limitado
Las opciones de postemergencia son escasas y, en general, de baja eficacia sobre malezas desarrolladas. El aclonifen, autorizado para esta etapa, solo controla plántulas de yuyo colorado menores a 2 cm, por lo que su uso es complementario.
En híbridos CL, las imidazolinonas amplían el espectro de acción si se aplican tempranamente (entre V2 y V4). Para escapes de gramíneas, los graminicidas ACCasa (cletodim, haloxifop) siguen siendo efectivos, siempre con malezas chicas y condiciones ambientales adecuadas.
Reflexiones finales
La experiencia demuestra que el éxito en el control de malezas en girasol depende de la anticipación, no del rescate. La rotación de cultivos permite diversificar manejos, alternar modos de acción y evitar la selección de resistencias.
Las prácticas culturales —fecha de siembra, densidad, fertilización, manejo de canopeo y cosecha— deben integrarse con estrategias químicas planificadas.
El mensaje final, sintetiza TodoAgro, es claro: el girasol es un cultivo noble y estratégico, pero su manejo requiere conocimiento profundo del lote, planificación preventiva y criterio técnico. Solo así será posible sostener su expansión y consolidarlo como un actor clave en la agricultura argentina.